Por Equipo TIEMP0 CERO (Claudio Guzmán, Noelia Quinteros, Daniel Saavedra y Emilio Stark)
En el corazón de Valparaíso, la Unidad de Control Temporal no protege la historia, la reescribe para perpetuar a la misma élite en el poder. Su mejor agente se ha convertido en una fugitiva, la única anomalía capaz de fracturar un futuro perfectamente calculado.
“Elena Rojas: la agente que rompió el tiempo”

El mito de la estabilidad temporal
Durante más de dos décadas, el mundo ha seguido su curso sin sospechar que el tiempo, ese tejido invisible que sostiene la realidad, podría estar siendo manipulado. No por un gobierno, no por una corporación, sino por una entidad que oficialmente no existe.
La Unidad de Control Temporal (UCT) no aparece en ningún registro público. No tiene oficinas, presupuesto ni funcionarios conocidos. Sin embargo, las filtraciones de Elena Rojas, una física desaparecida en 2019, describen una red global que operaría desde las sombras bajo un principio inquebrantable: proteger la línea temporal establecida y garantizar la continuidad histórica de Chile.
La base de operaciones de la UCT estaría en Valparaíso, ciudad que funcionaría como centro de coordinación para Sudamérica. Allí también residiría su director, Damián Vargas, quien habría levantado la red desde los primeros experimentos de control temporal en la zona portuaria. Diversas filtraciones apuntan a que en cada país existe una célula autónoma, a veces una sola persona, otras un grupo reducido, encargada de preservar la “estabilidad temporal” local. “En todos lados hay una Elena”, escribió Rojas en uno de sus informes, “solo que no todas saben que lo son”.
Según documentos rescatados, la UCT habría intervenido en al menos 126 eventos históricos para “evitar desviaciones significativas del flujo temporal”. Curiosamente, varios de esos sucesos coinciden con apagones informativos, cortes tecnológicos y silencios mediáticos registrados en archivos oficiales de todas partes del mundo.
La historia de Elena
Elena Rojas ingresó a la UCT en 2019, tras completar estudios en física y mecánica cuántica en la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso y acumular experiencia en operaciones militares especializadas, donde se entrenó en infiltración, vigilancia avanzada y manejo de tecnología de comunicación sensible. Parte de su formación incluyó entrenamientos de simulación de escenarios críticos y ejercicios de control de contingencias, que más tarde resultaron fundamentales para sus misiones como agente de la UCT.

Fue reclutada por un hombre al que identifica como Damián Vargas, a quien describe como “el arquitecto del futuro que todos seguimos sin saberlo”.
“Nos enseñaron que cada alteración del tiempo generaba caos. Que debíamos proteger la línea temporal establecida y garantizar la continuidad histórica. Con el tiempo comprendí que no protegíamos el flujo del tiempo, sino únicamente el futuro que Damián quería construir”.
Durante seis años, Rojas formó parte del llamado “Equipo Alfa”, encargado de lo que denominaban “ajustes finos”: intervenciones discretas en eventos menores que podrían alterar decisiones políticas, descubrimientos científicos o el desarrollo de entidades estratégicas para la continuidad temporal. Sus misiones la llevaron a sitios clave dentro de la Quinta Región, desde túneles y edificios patrimoniales de Valparaíso hasta zonas urbanas de Viña del Mar, siempre bajo estrictos protocolos de sigilo y seguridad.
El equilibrio del sistema comenzó a quebrarse cuando Elena notó inconsistencias en las misiones y en los informes que recibía. Mientras el resto de los agentes cumplía órdenes sin cuestionarlas, ella percibió patrones que apuntaban a algo más profundo: una manipulación sistemática de la percepción y la memoria de los miembros de la UCT.
Los archivos fueron hallados en un repositorio cifrado vinculado a antiguos servidores del organismo y verificados mediante coincidencias de voz con material audiovisual interno.
*Durante la investigación, el equipo accedió a cinco registros de audio atribuidos a Elena Rojas, exagente de la Unidad de Control Temporal (UCT).
En estas grabaciones, que ella misma denomina bitácoras de misión, Rojas describe con creciente angustia cómo las operaciones temporales de la UCT comenzaron a desviarse de su propósito inicial: proteger la línea temporal establecida.
Bitácora de misión
El colapso del control
De acuerdo a los archivos rescatados, las operaciones de la Unidad habían dejado de centrarse en la preservación temporal y se orientaban a la reconstrucción selectiva del pasado, eliminando eventos, personas y decisiones que pudieran alterar el futuro que Damián Vargas proyectaba.
Los documentos incluyen mensajes cifrados, coordenadas de instalaciones subterráneas y reportes de misión con fechas que no coinciden entre sí. En algunos casos, la información parece haber sido modificada varias veces en un mismo día, como si el propio archivo hubiera sido arrastrado por múltiples versiones del tiempo.
Especialistas en seguridad digital consultados por este medio advirtieron que los archivos podrían haber sido alterados o incluso generados por inteligencia artificial. Sin embargo, los metadatos internos muestran patrones y firmas digitales consistentes con material proveniente de sistemas de comunicación de alto nivel.
El tiempo que nos queda
Hoy Elena Rojas no es un nombre perdido entre coordenadas ni una voz anónima en foros cifrados. Está en esta línea temporal, oculta en algún punto de la Quinta Región. Vive como fugitiva, desplazándose cada pocos días y evitando cualquier tecnología que pueda rastrearla.
Su última frase, registrada en uno de los archivos que sustentan este reportaje, resuena como advertencia:
“Cada vez que la UCT corrige algo, sentimos un pequeño temblor en la realidad. La gente lo llama déjà vu”.

