Por Melanie Maxwell
En una esquina tranquila de Reñaca, donde el murmullo del mar se mezcla con
conversaciones suaves y aroma a café recién molido, florece un espacio que no solo invita
a quedarse, sino a habitar: Por Amor al Arte Café. Inaugurado en marzo de este año, este
rincón es una cafetería combinada con una galería de arte. Es un refugio creado por y para
la sensibilidad, un punto de encuentro donde la cultura, la poesía cotidiana y el arte cobran
vida de forma orgánica y profundamente humana.

Detrás del proyecto está Mauricio, más conocido como Mauro: diseñador gráfico de
formación, coleccionista por instinto y anfitrión por vocación. Desde joven sintió una afinidad
especial por los objetos con historia, por los cachureos, por todo aquello que carga
memoria. Su casa, antes que la cafetería, ya era una galería improvisada de cuadros,
lámparas, juguetes, obras regaladas o truequeadas con amigos artistas. “Con pocas cosas
puedo tener un espacio bonito, agradable, simpático y que además tenga onda”, dice con
naturalidad. Y así, con esa estética afectiva, fue construyendo el sueño que hoy acoge a la
comunidad.

Oriundo de Puerto Montt, Mauro vivió en el sur hasta los 25 años antes de venirse a
estudiar a la Quinta Región. Su historia está marcada por decisiones intensas, cambios de
rumbo, escuelas que no calzaban con su espíritu creativo y, aun así, un soporte
incondicional. “Mis viejos siempre me apoyaron. Aunque me echaron de como diez colegios,
nunca me dieron la espalda. Me bancaron al máximo”, dice con orgullo. Esa confianza, más
fuerte que cualquier currículum, fue el primer cimiento de todo lo que vendría después.
Un sueño que nació del alma
La génesis de Por Amor al Arte fue tan espiritual como concreta. Tras una autodenominada
“crisis de los 30”, sumada a un quiebre laboral, Mauro decidió reconectar con su vocación
más profunda. Él cuenta que fue en una sesión espiritual donde recibió un mensaje que lo
marcó: que, cuando descubriera a qué se dedicaría, se reiría con ganas. Y así fue. Tiempo
después, la idea de abrir una galería le cayó como un relámpago. Pero no una cualquiera,
sino una que también pudiera sostenerse económicamente, que no alejara a la gente con
solemnidad ni precios inalcanzables. Café y arte. La combi perfecta o la excusa perfecta,
como él mismo lo resume.
Lo que siguió fue un proceso de creación comunitaria, compuesta por amigos que pintaron
paredes, muebles restaurados, objetos recolectados y resignificados. La galería-cafetería
fue tomando forma como una extensión de sí mismo, y también como un gesto colectivo.
“Lo hicimos por amor al arte”, dice sobre quienes ayudaron, algunos cobrando lo justo, otros
regalando su tiempo y energía. Porque como bien dice Mauro, “no es necesario saber
hacerlo todo, pero sí tener el número de la persona que sepa hacerlo.” Y así, con vínculos y
cariño, levantó su proyecto.

Donde lo desconocido se volvió encuentro
A los cien días de apertura, el espacio ya ha recibido muestras de danza, talleres de poesía,
clubes de ajedrez, degustaciones de chocolate, recitales y exposiciones. Pero más allá de la
programación, lo que verdaderamente vibra es su atmósfera cálida, libre, horizontal. Es
habitual ver a personas que llegan solas y se van habiendo compartido una conversación,
un teléfono o una idea. “Finalmente, todos los desconocidos salen de aquí siendo
conocidos”, dice Mauro, quien se esmera en cruzar conversaciones, escuchar proyectos y,
por sobre todo, ofrece un espacio para crear.
Y algo que llama la atención, es entender que, verdaderamente, este proyecto no nació con
fines de lucro. “No pretendo ser millonario con esta cuestión. Pero posiblemente por dentro
sí sea muy rico. Pero rico en amistades, rico en panoramas, rico en eso. Que es la
verdadera fuente madre.” Lo que aquí se gesta es una comunidad sincera, donde el arte es
compartido y valorado, donde lo cultural no es un privilegio sino un derecho, y donde el
hogar se entiende no solo como un techo, sino como una experiencia emocional.

Cuando se comp(arte)
En su relato, Mauro insiste en algo que parece simple pero que implica una revolución; lo
que podría llegar a ser la necesidad de un lugar donde las personas se sientan bienvenidas
a crear sin miedo, sin pretensión. Un espacio donde no hay “expertos” ni “novatos”, sino
gente con ganas de compartir. Esa horizontalidad, esa falta de solemnidad, es la que hace
que Por Amor al Arte no sea un espacio elitista ni intimidante. Es, en palabras de quienes lo
han visitado, un lugar para recuperar las ganas.
También es un lugar para emocionar(se). El galerista cuenta cómo más de una persona ha
salido del café al borde del llanto, conmovida por una pintura, una conversación o un simple
gesto. Le han dicho que gracias a este espacio, recuperaron las ganas de pintar, de escribir,
de hacer. Y él, generoso, responde siempre lo mismo: “Si no quieres pintar en tu casa, ven
para acá. Trae tu pintura, ponte acá afuera, conversemos, pinta.” Porque el arte, como la
vida, crece mejor cuando se cultiva entre otros.

Un rincón de encuentro
Y es que Por Amor al Arte encarna, quizá sin proponérselo, uno de los gestos más
importantes que puede ofrecer un espacio local: hacer comunidad desde la ternura, desde
la admiración por el otro, desde la confianza en que el arte tiene poder transformador. “Las
ideas no son de nadie. Las ideas son del que la hace”, dice, abriendo el espacio también
para soñadores, para quienes quieren crear, compartir o simplemente conversar.
En una zona como Reñaca, donde quizás a veces se asocia lo social a lo exclusivo, este
café ha logrado romper esa lógica con dulzura, con apertura, con cultura. Mauro ha traído
un pedazo del alma artística de Valparaíso a esta playa, donde reside ese espíritu de
galería viva, de casa compartida, de encuentro espontáneo. En vez de un espacio que se
cierra en sí mismo, aquí se creó un oasis cultural en un territorio que pedía a gritos un gesto
de comunidad; solo con belleza, espontaneidad y buen café.
En una época donde todo parece acelerado, Mauro propone darle lugar a la pausa. En sus
palabras: “Se vuelve profundamente necesario tener un lugar donde el tiempo se detenga
un poco.” Y Reñaca, en su evolución turística y económica, encontró en este rincón un
corazón que late distinto.

Por Amor al Arte encarna el espíritu que inspira esta sección: Conoce tu casa. Porque
conocer tu casa es conocer quién la habita, quién la transforma, quién le da sentido más
allá de los muros y las calles. Es conocer el arte que nace en tu región, las ideas que la
recorren, las personas que construyen comunidad desde lo cotidiano.
Mauro abrió un café y, con él, una puerta a una forma distinta de recorrer Reñaca, donde
late un reflejo esperanzador y profundamente libre de lo que puede ser la cultura en la
Quinta Región. Por eso me atrevo a decir, con afecto por este proyecto y con la seguridad
de haberlo vivido, que ahí, justo ahí (a través de las manos de los artistas y sobre las manos
que lo han construido) estamos conociendo nuestra casa.