La lucha libre como un espectáculo cultural

Por Paula Aranda González, Carolina Pino Millas, Antonella Valverde Hernández, Paz Vargas Tapia


Cachacascán es un término que significó valentía para los luchadores, pero también simbolizaba el heroísmo de ellos. 

La llegada del show de la lucha libre a Chile fue alrededor de los años 30, traída por el empresario francés Constance Le Marand. El primer encuentro fue exhibido en el teatro Royal en Santiago, brindándole al público chileno una performance que mezclaba el arte de la actuación con la realidad de una manera inusual.

El peak de los espectáculos llega en 1940 de la mano del empresario nacional Enrique “Cóndor” Venturino, quien toma el mando del teatro Caupolicán. A raíz de esto, empieza a desarrollar diferentes eventos culturales, entre ellos, la lucha libre y de ahí nace su popularización en nuestro país.

Enrique “Cóndor” Venturino, gran impulsor del circo y de la cultura chilena. Imagen de Urbatorium

Época de competencias

Al comienzo de la dirigencia de Venturino los torneos de lucha libre eran en una temporada determinada y se desarrollaba entre los meses de Marzo y Septiembre, específicamente los días miércoles y domingo. El torneo otorgaba el premio llamado el cinturón “Cóndor de Oro”. Los luchadores que formaban parte de los espéctaculos de ese entonces eran el Gato Villegas, el Conde de Sousa, el Fantasma DiPietro, el Chúcaro de la Jara, Máscara Roja, El Judío Aaron Steiner, Desiderio, Carlos Pabs, Diego Torres, Barba Negra, Barba Roja, Conde de Sousa y Manuel Tolosa, apodado Locatelli chileno.

“Catch” chileno

El catch as can traducido a español como “agárrate como puedas” se distingue por tener técnicas a ras de piso. Este espectáculo cuenta con derribos, llaves y golpes. Podemos ver la victoria por medio de la sumisión o en el pin.

Cuando comienza a masificarse el catch chileno el público que llenaba las gradas del teatro Caupolicán fueron los afortunados que pudieron presenciar luchadores de talla mundial en los comienzos de la era de la lucha libre en el país.

Un ring chileno: historia de la lucha libre

Libro escrito por Joaquín Alvarado, donde explica el avance que ha tenido la lucha libre en el mundo y específicamente en Chile. Comienza hablando sobre los inicios de este deporte en nuestro país, de los inicios, luego empieza a relatar los diferentes escenarios por los que atravesó en su llegada en los años 30.

Portada del libro nacional “Un ring chileno: historia de la lucha libre”  de Joaquín Alvarado / Imagen de SuperGeek

Del esplendor a la resistencia

Con el paso de las décadas, la lucha libre vivió momentos de auge y decadencia. En los años 70 y 80, el deporte declinó debido al cambio en las formas de entretenimiento y la competencia televisiva. Sin embargo, con la llegada de la televisión por cable en los años 90, las grandes promociones internacionales como WWF (hoy WWE) reavivaron el interés por este espectáculo.

Esto motivó el surgimiento de nuevas agrupaciones nacionales como la Federación Chilena de Lucha Libre (FCL), Revolución Lucha Libre (RLL), y posteriormente XNL (Xtreme Latin Wrestling). Estas agrupaciones lograron una renovación del formato, estilos de lucha y una nueva camada de luchadores entrenados bajo estándares internacionales.

Lucha libre contemporánea

Actualmente, existen más de 20 agrupaciones activas en Chile, desde Valparaíso hasta Temuco, que trabajan con autogestión y amor por el espectáculo. Han surgido también luchadoras destacadas como Alexandra, Perfecta Isis y Natalia Möller, visibilizando el rol femenino en un deporte históricamente dominado por hombres.

Una de las figuras más destacadas en la escena internacional es Stephanie Vaquer, luchadora chilena que ha sorprendido este año tras coronarse campeona dos veces consecutivas, convirtiéndose en la primera doble campeona de NXT, una de las marcas de desarrollo de la WWE. Su éxito ha sido motivo de orgullo para la lucha libre nacional y ha abierto camino para nuevos talentos chilenos en el circuito global.

La lucha libre chilena actual se sostiene sobre la base de la comunidad, el entrenamiento disciplinado y el esfuerzo colectivo. Más allá del espectáculo, esta práctica encarna identidad, pertenencia y una forma de resistencia cultural.

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